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Refrescando viejos conceptos...

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Hay un momento —que simplemente llega...— en que el ruido empieza a perder su encanto, y el silencio cobra un nuevo valor.

Quizás sea este el momento de enfocar parte de mi instinto hacia otro tipo de esfuerzos. Más medidos. Más internos. Movimientos que no buscan escape, sino transferencia. De saber. De técnica. De legado.

De regreso a la vieja universidad en el barrio sur de Sofía, el polvo en los escritorios, las ventanas aún sucias de la lluvia de inviernos pasados, me reciben como en la adolescencia, Me resulta incluso divertido ver una pizarra en pie entre tanta decadencia… como si hubiese estado esperándome.

Enciendo un cigarro —no por hábito, sino por la necesidad de hacer una pausa— y ahí, justo en ese momento suspendido entre el humo y la tiza, comprendí: los viajes definitivamente pueden esperar. Hoy toca enseñar.

El viejo Jim ya se me había adelantado, cómplice de rutas y errores, conoce perfectamente mis exigencias, la puntualidad siempre fue una de ellas. Sentado frente a mí, tras un cálido abrazo, comenzamos. Él, no dice mucho. Nunca lo hizo. Pero su mirada lo absorbe todo. Será un buen alumno. Porque antes que manos, se necesita cabeza.

Es un buen día para cumplir mis promesas. Jornada tranquila, sí. Pero no por eso menos peligrosa. Comencemos...

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